Editorial: Alterna Comics
Año: 2015
Guion: Jeff McComsey
Dibujo: Jeff McClelland
Reseña: Kal-El
«Stalingrado. Un lugar tan terrible que el mundo se acabó. Y no nos enteramos» Otto Steiner.
De todo el desmadre hecho durante la segunda guerra mundial, la batalla de Stalingrado está considerada como la más cruenta y salvaje. Dos bandos en territorio hostil, por un lado el ejército alemán Wehrmacht y el Reich de mil años, por el otro el ejército rojo ruso, a pesar de encontrarse en «casa».
Con bajas estimadas en más de dos millones de personas entre soldados de ambos bandos y civiles soviéticos, Stalingrado es considerada la batalla más sangrienta de la historia de la humanidad.
La base de TODAS la historias de zombies está no en el infectado, si no en aquellos que no han sido mordidos (aun) pero que se comportan de manera más bestial que los come carne.
La caída de la sociedad está representada de manera física con los edificios incendiados, las calles fuera de lugar y los cuerpos colgando por todas partes. Todas las reglas que nos mantienen unidos como sociedad han caído, se han perdido y parece que no hay manera de recuperarlos. Son más peligrosos son vivos que los muertos.
Y aquí vamos un paso adelante: ¿Qué sociedad puede perderse si ya se ha perdido?
La historia sigue a Svetlana Gorshkov, la Madre Rusia, francotiradora de renombre, aunque aquí eso ya no tenga importancia.
Como Raspunzel, logra llegar a lo alto de una torre, en donde tiene su rutina. Cualquier cosa con tal de matar a la soledad.
Soledad que por cierto no está bien representada, no se siente, no vibra en la lectura. Se siente más el aburrimiento que la soledad. Si de verdad quieres sentir lo que es la soledad de ser el último ( o los últimos como este es el caso) lee Soy Leyenda de Richard Matheson.
Al dibujo le hace falta mucha técnica, pero logra el objetivo: hay desesperación ignorada en los infectados y un constante correr de los sobrevivientes buscando el siguiente refugio.
El final da para un continuara...
Tenemos tres historias complementarias: un antes muy breve de la Madre Rusia, una más que nos define de donde ha salido este niño preocupación de la francotiradora y uno último donde como los alemanes enfrentan a los caminantes blancos (¡Ah, no! Esa es de otra serie).
Tambores lejanos de guerra empezaron a resonar en mi cabeza:
En la lectura de Rusos de Edward Rutherford (editorial Planeta, 1991) vamos a conocer al detalle la vida de la gente de a pie en la sociedad rusa. Lo más interesante de la narración es lo «tangible» de los cambios en la gente al pasar de una generación a otra. Hay muchos pasajes que me recuerdan a mi (nuestra) sociedad mexicana. Quizás pudiera extenderse a otras sociedades latinas. Especial atención a la creación de las ciudades de Moscú (comienza como una aldea con algunas casuchas perdidas en el área) y San Petersburgo para la cual Pedro el Grande donde obligó a la clase rica a moverse para poblarla, amén de la descripción de las calles cubiertas (¡todas las calles!) de madera para que el barro no ensuciara sus zapatos.
Otro libro que trabaja de manera soberbia la cultura rusa de principios del siglo XX es La caída de los gigantes de Ken Follet (Editorial Planeta, 2010), donde la parte más descriptiva y dolorosa es el domingo sangriento. Quizás a estas alturas, los rusos todavía sigan esperando que su amado padre el Zar, los cobije y salve.
Valor 4/5
Previamente publicado en El color que vino del espacio.
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